Con la entrada del otoño se fue Gregorio Alba, del pueblo de Porcarizas, un hombre cabal y bondadoso, amigo, compañero y maestro. Pertenecía a esa generación de personas sencillas, austeras y sabias tan frecuentes en nuestros pueblos. Era la personificación de la hospitalidad y la generosidad. Hasta el año 1980 vivió humildemente con su hermana Amelia en la última palloza de Porcarizas.
A él le oímos la palabra "morteira" por primera vez cuando nos hablaba frecuentemente de A Morteira dos Camposos, uno de los bosques más bellos que conocemos.
De él aprendimos a vivir de forma sencilla y con austeridad, nos enseño que no se puede andar de vacío, en todos los viajes hay que llevar una cosa y traer otra.
Todavía recordamos cuando nos llevo a conocer el castaño verrugoso de Porcarizas, a cuyo lado estaba pastando "Guinda", su única vaca, pastoreada por la tía Teresa.
Impresionados por la visión del imponente castañeiro, él nos contó que éste era el padre de todos los castaños de la zona. Años más tarde Gregorio nos ayudó a salvar este singular castaño de la voracidad de madereros sin escrúpulos.
Su espíritu vuela ahora libre por los valles de Veiga de Olmo, Boi seco y Aurú en la tierra de sus antepasados.
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