domingo, 24 de enero de 2010

Tejos llenos de humanidad

Fuente: runa
Un código de buenas prácticas avalado por la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente aspira a proteger la salud del milenario árbol.

Aunque Ignacio Abella, autor del libro 'La cultura del tejo', aseguró ayer que algunos dichos populares apuntan a salvar el árbol si se plantea la disyuntiva entre talar un tejo y matar a un hombre, la mayoría de quienes ayer participaron, en el Jardín Botánico Atlántico de Gijón, en la presentación de una campaña de buenas prácticas para proteger los tejos no demostraron tan radical preferencia.

Sin embargo, cuantos intervinieron en el acto coincidieron en señalar que esos emblemáticos árboles bajo cuyas copas se reunían los ancianos de cada lugar para tomar las decisiones comunales y organizar sextaferias son «testimonios vivos del diálogo sano entre el hombre y la tierra».

Odile Rodríguez de la Fuente, hija del naturalista que introdujo en España conceptos ecologistas hoy profundamente arraigados y presidenta de la Fundación que lleva su nombre, Félix Rodríguez de la Fuente, profundizó en la vertiente más humana de la naturaleza al afirmar que «tenemos que cuidar la tierra para cuidarnos a nosotros mismos» y que «el ser humano debe aportar a la naturaleza de la misma forma que recibe de ella».

La participación de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente en la campaña ayer presentada trata de que viejos y carismáticos árboles, no pocas veces testigos del acontecer de varios siglos, mueran «por falta de sensibilización e información». A juicio de la presidenta de la Fundación, «Asturias es el epicentro del tejo a nivel europeo».

Pero no todo son amenazas. En ese sentido, Ignacio Abella defendió que el tejo tiene como principal valedor al hombre rural, a su vecino más próximo, a quien lo vio crecer proporcionando protección, fuerza y hasta suerte o influencias mágicas. Es también la admiración y el cariño popular lo que Odile Rodríguez de la Fuente siente como más entrañable en todo lo relacionado con la memoria de su padre, sin mayor preocupación, por lo tanto, por si el reconocimiento institucional tiene suficiente plasmación en forma de monumentos o calles dedicadas.

En todo caso, los naturalistas no dejan de temer que el efecto de la ignorancia llegue a ser más devastador que constructiva la cultura tradicional de los paisanos. Curas y alcaldes son destinatarios principales de la campaña de buenas prácticas para la conservación de los tejos, que no busca cuidados especiales para esos árboles ni la dedicación de presupuestos importantes a su mantenimiento, sino, simplemente, que los dejen vivir y desarrollarse en paz, sin asfixiar sus raíces con asfalto y sin cercenar sus ramas con podas a menudo inspiradas por la irresponsabilidad.

Lo mejor, cercarlos
Ignacio Abella puso como ejemplo del respeto que precisan los tejos el de la limpiadora de un museo que apoya su escoba en un preciado cuadro. Aunque esa acción sea ocasional y descuidada, vino a decir Abella, está claro que no debe ser consentida, porque deteriora la pintura.

En ese contexto, Jose Plumed, conservador del Jardí Botanic de la Universitat de Valencia, explicó que la primer medida para proteger los árboles singulares y monumentales es cercarlos, como también suele ocurrir con las obras de arte, porque «si la gente se acerca al árbol, el árbol desaparece».

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