Fuente: La Nueva España 6/2/08
El Gobierno del Principado cada día que pasa sin resolver estos temas se está haciendo más cómplice y evidencia la ausencia de una política real de cultura y medio ambiente. Pero sobre todo, nos da la impresión de que en Abamia lo que se ha perdido es la vergüenza.
IGNACIO ABELLA MINA Desde hace muchos años venimos constatando que el mundo de papel en el que se mueven las administraciones no suele corresponderse con esa realidad que está más allá de los despachos y los edificios de las consejerías. Sin embargo, hemos de reconocer que nunca terminan de sorprendernos.
Después de mucho tiempo y esfuerzos dedicados al estudio y conservación de todo el impresionante legado de tejos «cultos» repartidos por nuestra geografía, encontramos que unas obras a cargo de «Cultura» comprometen seriamente la integridad de los de Abamia. La propia gravedad de este atentado, que Medio Ambiente ha justificado, resta protagonismo a otros muchos problemas y árboles que desgraciadamente precisarían también urgente atención (nos referimos a tejedas silvestres como las del Sueve, en franca decadencia, y a una gran parte del patrimonio de tejos monumentales de la región).
Más de dos meses después de que lo solicitáramos formalmente a la Consejería de Medio Ambiente, aún no se nos ha facilitado el acceso a los expedientes relativos a la denuncia que interpusimos por los daños a los tejos de Abamia. Todo un alarde de transparencia y talante democrático.
Pero la última sorpresa es el dossier sobre estas obras que hemos podido consultar en la Consejería de Cultura. Entre los papeles aparecen dos informes de los técnicos de Medio Ambiente que revelan la extraordinaria habilidad en el arte de rellenar expedientes de esta Administración, a la par que su incapacidad y (o) desinterés a la hora de proteger el patrimonio de cuya conservación son directamente responsables.
Estos informes se emiten tras las inspecciones forzadas por nuestras denuncias (administrativas, ante el Seprona, y en diversos medios de comunicación) y lo que extraña en primer lugar es que en ellos no se haga una sola mención a la normativa en vigor. Ese «plan de manejo del Tejo» vulnerado de tantas formas distintas en el campo de Abamia que los técnicos sencillamente ignoraron u obviaron. La información que aportan retrata perfectamente a los autores y a quienes han confiado en su criterio después de leerlos.
El primero de los informes se hace a raíz de la denuncia que interpusimos el 28 de marzo de 2006, por el paso continuo de maquinaria pesada justo al lado del tronco del viejo tejo, pese a los reiterados avisos que habíamos cursado a la Dirección General de Recursos Naturales sobre el inminente comienzo de las obras y las previsiones que había que tomar para proteger los tejos. El 28 de abril de 2006, se presentan los técnicos de Medio Ambiente del Principado, cuando la maquinaria había terminado hacía mucho tiempo su trabajo, y sentencian: «Sería oportuno ponerse en contacto con los ejecutores de las obras y apercibirles de la necesidad de evitar cualquier tránsito de vehículos u obras que puedan afectar tanto a los ejemplares como a su entorno próximo». El mismo informe indicaba en referencia también al estado de este tejo y su entorno: «La vegetación es de tipo herbáceo sin más alteración que las marcas, que no roderas, dejadas sobre la hierba por las ruedas de un vehículo». Hay que señalar que éstas son las apreciaciones de los expertos llegados al lugar de los hechos un mes después de que se cursara la denuncia.
Con estos antecedentes, tan sólo seis meses más tarde, se hace exactamente por el mismo lugar de las marcas, que no roderas, una zanja de más de 12 metros de longitud y más de 30 cm de profundidad, pero tampoco este hecho resulta preocupante para los técnicos de la Consejería, que redactan el segundo informe. Así, aunque el plan de manejo al que aludíamos (Decreto 145/2001), prohíbe expresamente (artículo 5.3.3. punto 5.º): «La apertura de zanjas u hoyos de cualquier tipo que puedan dañar o cortar las raíces»; el informe dictamina: «Al haberse rellenado la zanja no se puede apreciar si se cortaron las raíces del árbol». Claro que las raíces que habíamos visto y fotografiado cuatro días antes, hasta del grueso de un brazo y desgarradas o arrancadas, que no cortadas, ya habían desaparecido misteriosamente; pese a que las dejamos en su lugar como prueba de los hechos. Pero el informe concluye un poco más adelante: «La zanja que se abrió (aunque ya se ha rellenado y no puede apreciarse directamente) es de muy escasa profundidad».
Este despropósito continúa con el análisis de los daños al tejo -también centenario- del lado Sur, que para ellos se resume simplemente en las zapatas de cemento cuya profundidad les parece escasa y consideran que no es probable que se haya seccionado una proporción importante de raíces. Olvidan (esperemos que no sea desconocimiento) que el plan de manejo prohíbe (artículo 5.3.3. punto 4º): «La excavación, la pavimentación o asfaltado y muy especialmente el empleo de cemento en el terreno circundante a las raíces, así como la colocación de señales permanentes que requieran la apertura de hoyos». No mientan siquiera que al lado mismo de estas zapatas hay unas arquetas de 40 x 40 cm y 60 cm de profundidad y tampoco se han percatado de que bajo las zapatas, discurre otra zanja mucho más profunda, de varios metros de longitud, muy cerca del tronco, por la que se ha pasado otro cable con la misma función de iluminar la obra restaurada.
La propia iluminación, los focos y los bolardos y cubos de piedra artificial colocados sobre las zapatas, al pie mismo de los tejos, vulneran otro de los artículos del decreto (artículo 5.3.3.): «se evitarán las acciones que aumenten la artificialidad del entorno».
Tras la vegetación «de tipo herbáceo sin alteraciones» que contemplaba el primer informe, el campo de Abamia durante el segundo parece más bien una escombrera o un campo de batalla en el que prácticamente todo el terreno ha sido removido y se acumulan todo tipo de materiales de obra al lado mismo de los árboles, cuando el plan de manejo dice: «se cuidará el estado de limpieza general del emplazamiento» y prohíbe en su (artículo 5.3.3. punto 6): «La descarga de cualquier material sólido o líquido, ya sea inerte o calificado como residuo urbano, especialmente los calificados tóxicos o peligrosos, en el terreno circundante al árbol o a sus formaciones, y la ubicación de contenedores o depósitos temporales de desechos de cualquier tipo en un radio equivalente al doble del que corresponda a la proyección de sus copas».
Pensarán ustedes que todo esto es imposible, que una Consejería jamás elaboraría o admitiría un informe tan burdo. Pero lo crean o no, es así. De un tiempo a esta parte, quienes nos interesamos por este patrimonio empezamos a acostumbrarnos a tener que defenderlo con uñas y dientes de nuestras autoridades «competentes». Y si tras la lectura de estos documentos Cultura concluye que posee un informe que demuestra la inexistencia de daños y Medio Ambiente se obstina en que ya ha cubierto el expediente, nos toca responder con todos los instrumentos que el Estado de derecho nos proporciona para la defensa de este irrenunciable legado.
Y llegados a este punto cabe preguntarse: ¿Es que un simple informe puede derogar de facto un decreto?, ¿pueden nuestras consejerías saltarse impunemente la ley?
El Gobierno del Principado cada día que pasa sin resolver estos temas se está haciendo más cómplice y evidencia la ausencia de una política real de cultura y medio ambiente. Pero sobre todo, nos da la impresión de que en Abamia lo que se ha perdido es la vergüenza.
Ignacio Abella es presidente de Amigos del Tejo.
• La Nueva España
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